[Todos] lesa humanidad II

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Mar Mar 24 10:47:56 ART 2009


Señor Sergio Schmucler:

Al leer la entrevista con Héctor Jouvé, cuya transcripción ustedes
publican en los dos últimos números de La Intemperie, sentí algo que me
conmovió, como si no hubiera transcurrido el tiempo, haciéndome tomar
conciencia (muy tarde, es cierto) de la gravedad trágica de lo ocurrido
durante la breve experiencia del movimiento que se autodenominó "ejército
guerrillero del pueblo". Al leer cómo Jouvé relata suscinta y claramente
el asesinato de Adolfo Rotblat (al que llamaban Pupi) y de Bernardo
Groswald, tuve la sensación de que habían matado a mi hijo y que quien
lloraba preguntando por qué, cómo y dónde lo habían matado, era yo mismo.
En ese momento me di cuenta clara de que yo, por haber apoyado las
actividades de ese grupo, era tan responsable como los que lo habían
asesinado. Pero no se trata sólo de asumirme como responsable en general
sino de asumirme como responsable de un asesinato de dos seres humanos que
tienen nombre y apellido: todo ese grupo y todos los que de alguna manera
lo apoyamos, ya sea desde dentro o desde fuera, somos responsables del
asesinato del Pupi y de Bernardo.

Ningun justificativo nos vuelve inocentes. No hay "causas" ni "ideales"
que sirvan para eximirnos de culpa. Se trata, por lo tanto, de asumir ese
acto esencialmente irredimible, la responsabilidad inaudita de haber
causado intencionalmente la muerte de un ser humano. Responsabilidad ante
los seres queridos, responsabilidad ante los otros hombres,
responsabilidad sin sentido y sin concepto ante lo que titubeantes
podríamos llamar "absolutamente otro". Más allá de todo y de todos,
incluso hasta de un posible dios, hay el no matarás. Frente a una sociedad
que asesina a millones de seres humanos mediante guerras, genocidios,
hambrunas, enfermedades y toda clase de suplicios, en el fondo de cada uno
se oye débil o imperioso el no matarás. Un mandato que no puede fundarse o
explicarse, y que sin embargo está aquí, en mí y en todos, como presencia
sin presencia, como fuerza sin fuerza, como ser sin ser. No un mandato que
viene de afuera, desde otra parte, sino que constituye nuestra
inconcebible e inaudita inmanencia.

Este reconocimiento me lleva a plantear otras consecuencias que no son
menos graves: a reconocer que todos los que de alguna manera simpatizamos
o participamos, directa o indirectamente, en el movimiento Montoneros, en
el ERP, en la FAR o en cualquier otra organización armada, somos
responsables de sus acciones. Repito, no existe ningún "ideal" que
justifique la muerte de un hombre, ya sea del general Aramburu, de un
militante o de un policía. El principio que funda toda comunidad es el no
matarás. No matarás al hombre porque todo hombre es sagrado y cada hombre
es todos los hombres. La maldad, como dice Levinas, consiste en excluirse
de las consecuencias de los razonamientos, el decir una cosa y hacer otra,
el apoyar la muerte de los hijos de los otros y levantar el no matarás
cuando se trata de nuestros propios hijos.

En este sentido podría reconsiderarse la llamada teoría de los "dos
demonios", si por "demonio" entendemos al que mata, al que tortura, al que
hace sufrir intencionalmente. Si no existen "buenos" que sí pueden
asesinar y "malos" que no pueden asesinar, ¿en qué se funda el presunto
"derecho" a matar? ¿Qué diferencia hay entre Santucho, Firmenich, Quieto y
Galimberti, por una parte, y Menéndez, Videla o Massera, por la otra? Si
uno mata el otro también mata. Esta es la lógica criminal de la violencia.
Siempre los asesinos, tanto de un lado como del otro, se declaran justos,
buenos y salvadores. Pero si no se debe matar y se mata, el que mata es un
asesino, el que participa es un asesino, el que apoya aunque sólo sea con
su simpatía, es un asesino. Y mientras no asumamos la responsabilidad de
reconocer el crimen, el crimen sigue vigente.

Más aun. Creo que parte del fracaso de los movimientos "revolucionarios"
que produjeron cientos de millones de muertos en Rusia, Rumania,
Yugoeslavia, China, Corea, Cuba, etc., se debió principalmente al crimen.
Los llamados revolucionarios se convirtieron en asesinos seriales, desde
Lenin, Trotzky, Stalin y Mao, hasta Fidel Castro y Ernesto Guevara. No sé
si es posible construir una nueva sociedad, pero sé que no es posible
construirla sobre el crimen y los campos de exterminio. Por eso las
"revoluciones" fracasaron y al ideal de una sociedad libre lo ahogaron en
sangre. Es cierto que el capitalismo, como dijo Marx, desde su nacimiento
chorrea sangre por todos los poros. Lo que ahora sabemos es que también al
menos ese "comunismo" nació y se hundió chorreando sangre por todos sus
poros.

Al decir esto no pretendo justificar nada ni decir que todo es lo mismo.
El asesinato, lo haga quien lo haga, es siempre lo mismo. Lo que no es lo
mismo es la muerte ocasionada por la tortura, el dolor intencional, la
sevicia. Estas son formas de maldad suprema e incomparable. Sé, por otra
parte, que el principio de no matar, así como el de amar al prójimo, son
principios imposibles. Sé que la historia es en gran parte historia de
dolor y muerte. Pero también sé que sostener ese principio imposible es lo
único posible. Sin él no podría existir la sociedad humana. Asumir lo
imposible como posible es sostener lo absoluto de cada hombre, desde el
primero al último.

Aunque pueda sonar a extemporáneo corresponde hacer un acto de constrición
y pedir perdón. El camino no es el de "tapar" como dice Juan Gelman,
porque eso -agrega- "es un cáncer que late constantemente debajo de la
memoria cívica e impide construir de modo sano". Es cierto. Pero para
comenzar él mismo (que padece el dolor insondable de tener un hijo muerto,
el cual, debemos reconocerlo, también se preparaba para matar) tiene que
abandonar su postura de poeta-mártir y asumir su responsabilidad como uno
de los principales dirigentes de la dirección del movimiento armado
Montoneros. Su responsabilidad fue directa en el asesinato de policías y
militares, a veces de algunos familiares de los militares, e incluso de
algunos militantes montoneros que fueron "condenados" a muerte. Debe
confesar esos crímenes y pedir perdón por lo menos a la sociedad. No un
perdón verbal sino el perdón real que implica la supresión de uno mismo.
Es hora, como él dice, de que digamos la verdad. Pero no sólo la verdad de
los otros sino ante todo la verdad "nuestra". Según él pareciera que los
únicos asesinos fueron los militares, y no el EGP, el ERP y los
Montoneros. ¿Por qué se excluye y nos excluye, no se da cuenta de que así
"tapa" la realidad?

Gelman y yo fuimos partidarios del comunimo ruso, después del chino,
después del cubano, y como tal callamos el exterminio de millones de seres
humanos que murieron en los diversos gulags del mal llamado "socialismo
real". ¿No sabíamos? El no saber, el hecho de creer, de tener una presunta
buena fe o buena conciencia, no es un argumento, o es un argumento
bastardo. No sabíamos porque de alguna manera no queríamos saber. Los
informes eran públicos. ¿O no existió Gide, Koestler, Víctor Serge e
incluso Trotsky, entre tantos otros? Nosotros seguimos en el Partido
Comunista hasta muchos años después que el Informe-Krutschev denunciara
los "crímenes de Stalin". Esto implica responsabilidades. También implica
responsabilidad haber estado en la dirección de Montoneros (Gelman dirá,
por supuesto que él no estuvo en la Dirección, que él era un simple
militante, que se fue, que lo persiguieron, que lo intentaron matar, etc.,
lo cual, aun en el caso de que fuera cierto, no lo exime de su
responsabilidad como dirigente e, incluso como simple miembro de la
organización armada). Los otros mataban, pero los "nuestros" también
mataban. Hay que denunciar con todas nuestras fuerzas el terrorismo de
Estado, pero sin callar nuestro propio terrorismo. Así de dolorosa es lo
que Gelman llama la "verdad" y la "justicia". Pero la verdad y la justicia
deben ser para todos.

Habrá quienes digan que mi razonamiento, pero este no es un razonamiento
sino una constrición, es el mismo que el de la derecha, que el de los
Neustad y los Grondona. No creo que ese sea un argumento. Es otra manera
de "tapar" lo que pasó. Muchas veces nos callamos para no decir lo mismo
que el "imperialismo". Ahora se trata, y es lo único en que coincido con
Gelman, de la verdad, la diga quien la diga. Yo parto del principio del
"no matar" y trato de sacar las conclusiones que ese principio implica. No
puedo ponerme al margen y ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el
propio, o a la inversa. Yo culpo a los militares y los acuso porque
secuestraron, torturaron y mataron. Pero también los "nuestros"
secuestraron y mataron. Menéndez es responsable de inmensos crímenes, no
sólo por la cantidad sino por la forma monstruosa de sus crímenes. Pero
Santucho, Firmenich, Gelman, Gorriarán Merlo y todos los militantes y yo
mismo también lo somos. De otra manera, también nosotros somos
responsables de lo que sucedió.
Esta es la base, dice Gelman, de la salvación. Yo también lo creo.
Lo saludo.
Oscar del Barco

  Confieso que no se quien es el autor ni el destinatario, pero el
contenido me parecio bueno.
   Atentamente,
                                       Martin Ruiz de Azua, dpto. de Fisica



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