<div dir="ltr"><br><br><div class="gmail_quote">---------- Forwarded message ----------<br>From: <b class="gmail_sendername">fabio vicentini</b> <span dir="ltr"><<a href="mailto:fmvicent@gmail.com">fmvicent@gmail.com</a>></span><br>
Date: 2013/4/29<br>Subject: The corruption series (2)<br>To: "<a href="mailto:presidencia@conicet.gov.ar">presidencia@conicet.gov.ar</a>" <<a href="mailto:presidencia@conicet.gov.ar">presidencia@conicet.gov.ar</a>>, <a href="mailto:FulbrightNEXUS@iie.org">FulbrightNEXUS@iie.org</a>, <a href="mailto:info@fundacionsadosky.org.ar">info@fundacionsadosky.org.ar</a>, <a href="mailto:info@mincyt.gob.ar">info@mincyt.gob.ar</a>, <a href="mailto:prensa@mincyt.gov.ar">prensa@mincyt.gov.ar</a><br>
<br><br><div dir="ltr">
<p><span style="font-size:12pt"></span></p>
<p><span style="font-size:12pt">Cànto</span><span style="font-size:12pt"> Secondo: I Rappresentanti di Dio</span></p>
<p><span style="font-size:12pt"> Tengo una fobia no contemplada
por Freud. La mentira con sus variadas expresiones (hipocresía, farsa, camelo)
me afectan con una reacción alérgica que se manifiesta por un escozor en el
pecho cuando sospecho que quieren venderme humo. Durante la vida un histamínico solía
sacarme del paso pero los fármacos dejaron de tener efecto cuando retorné durante
el menemismo a mi alma mater. En ese antro del pretendido saber el camelo no es
más la excepción sino la regla del juego. En los siguientes <span>cànti</span> describiré mi aversión a la farsa
académica pero en esta nota relato un episodio de mi niñez que mi analista
sospecha que fue el origen de mi mitofobia. </span></p>
<p><span style="font-size:12pt">----------------------</span></p>
<p style="text-align:right" align="right"><span style="font-size:12pt"> Buenos Aires, 29 de abril de 2013</span></p>
<p><span style="font-size:12pt">Monseñor
Jorge Bergoglio</span><span style="font-size:12pt"></span></p>
<p><span style="font-size:12pt">Stato
della Città del Vaticano</span></p>
<p><span style="font-size:12pt"> Reverendo Santo Padre:</span></p>
<p><span style="font-size:12pt"> El presente mensaje es “top
secret” <span> </span>y debe Vd destruirlo tan pronto
lo haya leído. Contiene “highlights” de mi vida sexual a partir de los cinco
años. Fue entonces cuando mi madre me llevó a la Iglesia donde me hablaron
de Dios, un imponente personaje con un tríangulito en la cabeza cuya función
era castigarme con el infierno si me tocaba el pingo. Yo no sabía que era el infierno
ni que eran los pecados pero me los describieron con fruición y technicolor aquellos
curas e hijas de María. </span></p>
<p><span style="font-size:12pt"> El parroco de Santa Clara me
definió a Dios como tres personas distintas pero un solo Dios verdadero en
contradicción con la aritmética que me enseñaban en la escuela. Me espantaron con
la idea de cometer un pecado mortal, morir con el alma sucia, y arder en el
infierno por toda la eternidad. Han pasado muchos años desde entonces pero
recuerdo vívidamente mi terror porque yo creía a pie juntillas lo que me
decían.</span></p>
<p><span style="font-size:12pt"> Si bien los curas me habían
descripto al pecado con pelos y señales, yo no entendía bien la noción porque
no había hecho nada. Pero, ante la insistencia de aquellos dedicados
catequistas, imaginé que si mantenia mis manos y mis piernas inmobiles, si me
quedaba paralizado de cuerpo entero, entonces Dios no se ofendería. Pero me
equivocaba, monseñor Stillo me aclaró que aunque no me moviera nada, mi alma
pecaría lo mismo si tenía un mal pensamiento. Le digo que nunca en mi vida
sentí tanta desesperación. ¿Cómo podía paralizar mi pensamiento? </span></p>
<p><span style="font-size:12pt"></span></p>
<p><span style="font-size:12pt">Un día me llevaron a
presenciar una procesión. Estaba yo mirando a los devotos que marchaban entonando
un himno cuando pasó un palanquín en donde portaban a la Virgen con una túnica azul
sobre un largo vestido blanco que le llegaba a los pies. Sin quererlo, se me
cruzó por la cabeza qué es lo que tendría esa efigie debajo de todo el oropel.
Huelga señalar que no podía imaginarlo porque no había visto a una mujer
desnuda. Pero me habían dicho que había algo mortalmente pecaminoso en las
desnudeces, especialmente en la de las mujeres. </span></p>
<p><span style="font-size:12pt"> Habiendo desnudado en mi
mente a la sacrosanta caí en la cuenta de haber cometido un pecado mortal.
Durante mucho, mucho tiempo iba al confesionario para decirle al cura el pecado
cometido pero me espantaba la idea de describir explícitamente mi depravación,
así que sólo atinaba a decir que había tenido un mal pensamiento, con lo cual
acumulaba más pecados a mi abultada cuenta ya que también me habían dicho que pecaría
si mi confesión no era sincera.</span></p>
<p><span style="font-size:12pt"> En mi niñez nunca dije una
mala palabra porque era pecado venial hasta la adolescencia cuando empecé a
masturbarme que era pecado mortal con lo cual empecé a purgar toda la mierda
que esos cuervos hijos de puta me habían metido en el mate. Desgraciadamente,
me pasé de revoluciones porque nunca más creí en nadie, cura o laico. Durante
toda la vida mi hipótesis de trabajo ha sido que todo individuo que se cruza es,
a priori, un mentiroso a menos que demuestre matematicamente lo contrario. Eso le
da una idea de porqué yo pienso que las religiones son nefastas y que lo único
útil que han hecho, en toda la historia de la humanidad, fue inventar el
calendario.</span></p>
<p><span style="font-size:12pt"> Atentamente,</span></p>
<p> <span style="font-size:12pt">Fabio Vicentini, PhD</span></p>
<p><span style="font-size:12pt">Academy of Lagado</span></p>
<p><span style="font-size:12pt">Kingdom of Laputa</span></p>
<p>------------------------------</p>
<p><span style="font-size:12pt">Esta es una serie de cartas
seleccionadas que publiqué en el pasado sobre la corrupción, especialmente la
que observé en la FCEyN.
Parto de la premisa que lo que veo en mi entorno es un
reflejo de lo que hacen los hijos de puta en cualquier parte del mundo.</span></p>
<p><span style="font-size:12pt"> </span></p>
</div>
</div><br></div>