[Todos] [Alumnos] La insolencia de los argentinos
duhau en df.uba.ar
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Jue Sep 24 15:55:20 ART 2009
a vos no hay .... que te venga bien"Carlos \"Greg\" Diuk"
<cd4k en dc.uba.ar> ha escrito:
> Lo que faltaba, ahora se volvió moralizante!! Y conservador. Y
> trillado. Uff... seguro que Tobe se aburre.
>
> 2009/9/23 <fvicent en dm.uba.ar>:
>>
>> Recibi una carta con pedido que la difunda. Mario Rosen el autor de la
>> carta esta enojado con la insolencia de los argentinos. Yo la llamaria
>> mala educacion de los argentinos. Rosen dice que en su casa lo educaron
>> bien y me parece que el entiende que la educacion consiste en establecer
>> simples reglas de convivencia y que si te portas mal recibis un justo
>> castigo y esto te redime y al mismo tiempo te enseña a ser un buen
>> ciudadano. Sin embargo, vemos que la mayoria de los argentinos son
>> insolentes. ¿Como se explica esto? Rosen no responde esa pregunta . Mi
>> implicacion logica es que los padres educan mal a sus hijos o que el mundo
>> se ha transformado para peor, por ejemplo, con la TV mostrando peliculas
>> donde la gente mata a la gente a balazos, con bombas, con
>> ametralladoras... O sera que ahora no solo el padre trabaja sino tambien
>> la mama trabaja y el nene queda descuidado. O sera que la religion se fue
>> al carajo y ya no nos enseñan los diez mandamientos. Yo confirmo que el
>> argentino es un insolente porque lo veo cuando salgo de casa y trato de
>> cruzar en la esquina o cuando tomo el colectivo y me fuerzan a escuchar
>> conversaciones que no me interesan los que usan celular y que ahora el
>> chofer tenga una radio que me aturde con musica cha, cha, cha. O sera que
>> estamos hartos y desquiciados de ver a los corruptos que manejan el pais,
>> los ministerios, la justicia, la policia, la UBA y la facultad.
>> ==============================
>>
>> ACERCA DE LA INSOLENCIA
>>
>> En mi casa me enseñaron bien.
>> Cuando yo era un niño, en mi casa me enseñaron a honrar dos reglas sagradas:
>>
>> Regla N° 1: En esta casa las reglas no se discuten.
>> Regla N° 2: En esta casa se debe respetar a papá y mamá.
>>
>> Y esta regla se cumplía en ese estricto orden. Una exigencia de mamá, que
>> nadie discutía... Ni siquiera papá. Astuta la vieja, porque así nos
>> mantenía a raya con la simple amenaza: "Ya van a ver cuando llegue papá".
>> Porque las mamás estaban en su casa.. Porque todos los papás salían a
>> trabajar... Porque había trabajo para todos los papás, y todos los papás
>> volvían a su casa.
>> No había que pagar rescate o ir a retirarlos a la morgue. El respeto por
>> la autoridad de papá (desde luego, otorgada y sostenida graciosamente por
>> mi mamá) era razón suficiente para cumplir las reglas.
>>
>> Usted probablemente dirá que ya desde chiquito yo era un sometido, un
>> cobarde conformista o, si prefiere, un pequeño fascista, pero acépteme
>> esto: era muy aliviado saber que uno tenía reglas que respetar. Las reglas
>> me contenían, me ordenaban y me protegían. Me contenían al darme un
>> horizonte para que mi mirada no se perdiera en la nada, me protegían
>> porque podía apoyarme en ellas dado que eran sólidas. Y me ordenaban
>> porque es bueno saber a qué atenerse. De lo contrario, uno tiene la
>> sensación de abismo, abandono y ausencia.
>>
>> Las reglas a cumplir eran fáciles, claras, memorables y tan reales y
>> consistentes como eran "lavarse las manos antes de sentarse a la mesa" o
>> "escuchar cuando los mayores hablan".
>>
>> Había otro detalle, las mismas personas que me imponían las reglas eran
>> las mismas que las cumplían a rajatabla y se encargaban de que todos los
>> de la casa las cumplieran. No había diferencias. Éramos todos iguales ante
>> la Sagrada Ley Casera.
>> Sin embargo, y no lo dude, muchas veces desafié "las reglas" mediante el
>> sano y excitante proceso de la "travesura" que me permitía acercarme al
>> borde del universo familiar y conocer exactamente los límites. Siempre era
>> descubierto, denunciado y castigado apropiadamente.
>>
>> La travesura y el castigo pertenecían a un mismo sabio proceso que me
>> permitía mantener intacta mi salud mental. No había culpables sin castigo
>> y no había castigo sin culpables. No me diga, uno así vive en un mundo
>> predecible.
>> El castigo era una salida terapéutica y elegante para todos, pues alejaba
>> el rencor y trasquilaba a los privilegios. Por lo tanto las travesuras no
>> eran acumulativas. Tampoco existía el dos por uno. A tal travesura tal
>> castigo. Nunca me amenazaron con algo que no estuvieran dispuestos y
>> preparados a cumplir.
>>
>> Así fue en mi casa. Y así se suponía que era más allá de la esquina de mi
>> casa. Pero no. Me enseñaron bien, pero estaba todo mal. Lenta y
>> dolorosamente comprobé que más allá de la esquina de mi casa había
>> "travesuras" sin "castigo", y una enorme cantidad de "reglas" que no se
>> cumplían, porque el que las cumple es simplemente un estúpido (o un
>> boludo, si me lo permite).
>>
>> El mundo al cual me arrojaron sin anestesia estaba patas para arriba.
>> Conocí algo que, desde mi ingenuidad adulta (sí, aún sigo siendo un
>> ingenuo), nunca pude digerir, pero siempre me lo tengo que comer: "la
>> impunidad". ¿Quiere saber una cosa? En mi casa no había impunidad. En mi
>> casa había justicia, justicia simple, clara, e inmediata. Pero también
>> había piedad.
>>
>> Le explicaré: Justicia, porque "el que las hace las paga". Piedad, porque
>> uno cumplía la condena estipulada y era dispensado, y su dignidad quedaba
>> intacta y en pie. Al rincón, por tanto tiempo, y listo... Y ni un minuto
>> más, y ni un minuto menos. Por otra parte, uno tenía la convicción de que
>> sería atrapado tarde o temprano, así que había que pensar muy bien antes
>> de sacar los pies del plato.
>>
>> Las reglas eran claras. Los castigos eran claros. Así fue en mi casa. Y
>> así creí que sería en la vida. Pero me equivoqué. Hoy debo reconocer que
>> en mi casa de la infancia había algo que hacía la diferencia, y hacía que
>> todo funcionara. En mi casa había una "Tercera Regla" no escrita y, como
>> todas las reglas no escritas, tenía la fuerza de un precepto sagrado. Esta
>> fue la regla de oro que presidía el comportamiento de mi casa:
>>
>> Regla N° 3: No sea insolente. Si rompió la regla, acéptelo, hágase
>> responsable, y haga lo que necesita ser hecho para poner las cosas en su
>> lugar.
>>
>> Ésta es la regla que fue demolida en la sociedad en la que vivo. Eso es lo
>> que nos arruinó. LA INSOLENCIA. Usted puede romper una regla -es su
>> riesgo- pero si alguien le llama la atención o es atrapado, no sea
>> arrogante e insolente, tenga el coraje de aceptarlo y hacerse responsable.
>> Pisar el césped, cruzar por la mitad de la cuadra, pasar semáforos en
>> rojo, tirar papeles al piso, tratar de pisar a los peatones, todas son
>> travesuras que se pueden enmendar... a no ser que uno viva en una sociedad
>> plagada de insolentes. La insolencia de romper la regla, sentirse un vivo,
>> e insultar, ultrajar y denigrar al que responsablemente intenta advertirle
>> o hacerla respetar. Así no hay remedio.
>>
>> El mal de los argentinos es la insolencia. La insolencia está compuesta de
>> petulancia, descaro y desvergüenza. La insolencia hace un culto de cuatro
>> principios:
>>
>> - Pretender saberlo todo
>> - Tener razón hasta morir
>> - No escuchar
>> - Tú me importas, sólo si me sirves.
>> La insolencia en mi país admite que la gente se muera de hambre y que los
>> niños no tengan salud ni educación. La insolencia en mi país logra que los
>> que no pueden trabajar cobren un subsidio proveniente de los impuestos que
>> pagan los que sí pueden trabajar (muy justo), pero los que no pueden
>> trabajar, al mismo tiempo cierran los caminos y no dejan trabajar a los
>> que sí pueden trabajar para aportar con sus impuestos a aquéllos que,
>> insolentemente, les impiden trabajar. Léalo otra vez, porque parece
>> mentira. Así nos vamos a quedar sin trabajo todos. Porque a la insolencia
>> no le importa, es pequeña, ignorante y arrogante.
>>
>> Bueno, y así están las cosas. Ah, me olvidaba, ¿Las reglas sagradas de mi
>> casa serían las mismas que en la suya? Qué interesante. ¿Usted sabe que
>> demasiada gente me ha dicho que ésas eran también las reglas en sus casas?
>> Tanta gente me lo confirmó que llegué a la conclusión que somos una
>> inmensa mayoría. Y entonces me pregunto, si somos tantos, ¿por qué nos
>> acostumbramos tan fácilmente a los atropellos de los insolentes? Yo se lo
>> voy a contestar.
>> PORQUE ES MÁS CÓMODO, y uno se acostumbra a cualquier cosa, para no tener
>> que hacerse responsable. Porque hacerse responsable es tomar un compromiso
>> y comprometerse es aceptar el riesgo de ser rechazado, o criticado.
>> Además, aunque somos una inmensa mayoría, no sirve para nada, ellos son
>> pocos pero muy bien organizados. Sin embargo, yo quiero saber cuántos
>> somos los que estamos dispuestos a respetar estas reglas.
>> Le propongo que hagamos algo para identificarnos entre nosotros. No tire
>> papeles en la calle. Si ve un papel tirado, levántelo y tírelo en un tacho
>> de basura. Si no hay un tacho de basura, llévelo con usted hasta que lo
>> encuentre. Si ve a alguien tirando un papel en la calle, simplemente
>> levántelo usted y cumpla con la regla 1. No va a pasar mucho tiempo en que
>> seamos varios para levantar un mismo papel..
>> Si es peatón, cruce por donde corresponde y respete los semáforos, aunque
>> no pase ningún vehículo, quédese parado y respete la regla.
>> Si es un automovilista, respete los semáforos y respete los derechos del
>> peatón. Si saca a pasear a su perro, levante los desperdicios.
>>
>> Todo esto parece muy tonto, pero no lo crea, es el único modo de comenzar
>> a desprendernos de nuestra proverbial INSOLENCIA. Yo creo que la
>> insolencia colectiva tiene un solo antídoto, la responsabilidad
>> individual. Creo que la grandeza de una nación comienza por aprender a
>> mantenerla limpia y ordenada. Si todos somos capaces de hacer esto,
>> seremos capaces de hacer cualquier cosa.
>>
>> Porque hay que aprender a hacerlo todos los días. Ése es el desafío. Los
>> insolentes tienen éxito porque son insolentes todos los días, todo el
>> tiempo. Nuestro país está condenado: O aprende a cargar con la disciplina
>> o cargará siempre con el arrepentimiento.
>>
>> ¿A USTED QUÉ LE PARECE? ¿PODREMOS RECONOCERNOS EN LA CALLE?
>> Espero no haber sido insolente. En ese caso, disculpe.
>> Dr. Mario Rosen
>>
>> (¿Sería muy insolente si le pido que lo reenvíe?)
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