[Todos] Los farsantes - Introducción
fvicent en dm.uba.ar
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Vie Abr 11 05:14:47 ART 2008
A los 15 años desarrolle una fobia contra la mentira en todas sus
expresiones: lo hipocrita, lo faláz ,lo mendáz, la farsa... Ante un
farsante me pica todo el cuerpo, soy hipersensible al camelo, no importa
cómo se disfrace el charlatán siento un timbre en mi cabeza cuando
enfrento a uno. Un analista creyó ver en mi infancia la causa de mi
neurosis.
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El presente mensaje es “top secret” y debés destruirlo tan pronto lo hayas
leído. Contiene “highlights” de mi vida sexual a partir de los 6 años. He
elegido esa época como comienzo porque fué entonces cuando mi madre me
llevó a la Iglesia. Allí me hablaron de Dios, un imponente personaje con
un tríangulito en la cabeza cuya función era castigarme con el infierno.
Yo no sabía que era el infierno pero me lo describieron con fruición y en
technicolor, aquellos curas
El cura parroco Stillo me definió a Dios como tres personas distintas pero
un solo Dios verdadero en contradicción con la aritmética de la escuela.
Lo que a mi me espantaba era la posibilidad de cometer un pecado, morir
con el alma sucia y luego que Dios me condenara a arder en una parrilla
por toda la eternidad al tiempo que Belcebú me ensartaba como un chorizo
con su tridente. Ha pasado mucho tiempo desde entonces pero recuerdo
vívidamente mi terror porque yo creía a pie juntillas lo que me decían los
adultos.
Si bien los curas me habían descripto al pecado con pelos y señales, yo no
conseguía entender bien la noción porque no había hecho nada. Pero, ante
la insistencia de estos dedicados catequistas, imaginé que si no movía mis
manos ni mis piernas, si me quedaba quieto de cuerpo entero, entonces no
podría ofender a Dios de ninguna manera. Pero me equivocaba, el cura me
aclaró que aunque permaneciera paralítico, mi alma pecaría lo mismo si
tenía un mal pensamiento. Te digo, nunca en toda mi vida me sentí tan
desesperado. ¿Cómo podía paralizar mi pensamiento? ¿Y qué era un mal
pensamiento, voto al chapiro verde?
Un día me llevaron a presenciar una procesión religiosa. Estaba yo mirando
desde la vereda mientras los devotos marchaban por la calle entonando
solemnemente un himno a Jesús. Apareció entonces un palanquín en donde
portaban a la Virgen María con una túnica azul sobre un largo vestido
blanco que le llegaba a los pies. Sin querer, se me cruzó por la cabeza
qué es lo que tendría esa efigie debajo de todo el oropel.. Huelga señalar
que no podía imaginar porque nunca había visto a una mujer desnuda. Sin
embargo, según me habían dicho, había algo mortalmente pecaminoso en la
desnudez, especialmente la de las mujeres.
Habiendo desnudado en mi mente a la imagen de la sacrosanta caí en la
cuenta de haber cometido un pecado mortal. Durante mucho, mucho tiempo iba
a confesarme para contarle al cura ese pecado pero me aterrorizaba la idea
de describir explícitamente mi depravación, así que sólo atinaba a admitir
que había tenido un mal pensamiento, con lo cual acumulaba más pecados a
mi abultada cuenta ya que, según me habían dicho, también pecás si tu
confesión no es sincera...
Nunca dije una mala palabra en mi infancia (era pecado venial) hasta los
15 años cuando empecé a masturbarme (pecado mortal) con lo cual empecé a
purgar toda la mierda que esos cuervos hijos de puta me habían metido en
el cabeza. Lamentablemente, me pasé de revoluciones porque nunca más creí
en nadie, cura o laico.
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El texto precedente fué extractado del primer capítulo de “Los farsantes
de mi vida desde Monseñor Stillo hasta el Doctor Jacovkis” a publicarse
por EUDEBA en su serie “La Moral y la Ciencia”.
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